miércoles, 16 de mayo de 2012

Cagliari (II) La Dolce Vita


Si es que yo he nacido para ser rica. 

Comer, beber, salir, bañarme en playas cristalinas…estoy hecha para eso. Está claro. 

Uno de los grandes placeres de la vida junto a estos que acabo de mencionar es viajar. Y no sólo porque puedes hacer todo lo dicho, si no porque descubres cosas que no dejan de sorprenderte y demostrarte que la gente vive perfectamente de una manera distinta a la tuya.

Pongamos un ejemplo: Estoy andando por las calles de Cagliari camino de la parada de autobús. Patri se para a mirar una tienda. Me pide que vigile por si viene el autobús. Yo pregunto dónde está la parada. 



Bueno, pues este paso de cebra era la parada. ¿No os parece genial?

 
También descubres que esa obsesión porque todo sea nuevo quizás hace que las cosas pierdan su encanto. La mayor parte de las fachadas de Cagliari son antiguas, a algunas les falta al menos la mitad de la pintura. Pero ahí está la gracia. Serpentear por esas calles minúsculas es lo que hace que te impregnes del alma de la ciudad.





Por supuesto también puedes descubrir playas de agua cristalina que no habías visto nunca antes. 








Pero sobre todo salir de un restaurante llorando de la risa después de haber comido los platos típicos y haber interactuado con todo tipo de italianos, no tiene precio.



En definitiva, viajar abre la mente, y hace que tengas recuerdos maravillosos para siempre!


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