Si es que yo he nacido para ser rica.
Comer, beber, salir, bañarme en playas cristalinas…estoy
hecha para eso. Está claro.
Uno de los grandes placeres de la vida junto a estos que
acabo de mencionar es viajar. Y no sólo porque puedes hacer todo lo dicho, si
no porque descubres cosas que no dejan de sorprenderte y demostrarte que la
gente vive perfectamente de una manera distinta a la tuya.
Pongamos un ejemplo: Estoy andando por las calles de
Cagliari camino de la parada de autobús. Patri se para a mirar una tienda. Me
pide que vigile por si viene el autobús. Yo pregunto dónde está la parada.
Bueno, pues este paso de cebra era la parada. ¿No os parece
genial?
También descubres que esa obsesión porque todo sea nuevo
quizás hace que las cosas pierdan su encanto. La mayor parte de las fachadas de
Cagliari son antiguas, a algunas les falta al menos la mitad de la pintura.
Pero ahí está la gracia. Serpentear por esas calles minúsculas es lo que hace
que te impregnes del alma de la ciudad.
Por supuesto también puedes descubrir playas de agua
cristalina que no habías visto nunca antes.
Pero sobre todo salir de un restaurante llorando de la risa después
de haber comido los platos típicos y haber interactuado con todo tipo de
italianos, no tiene precio.
En definitiva, viajar abre la mente, y hace que tengas
recuerdos maravillosos para siempre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario